Cada sesión es una historia distinta, y la de Gael nos enseñó (una vez más) que lo más importante es dejarnos llevar por el momento.
Gael vino acompañado por su mamá, y aunque al principio intentamos hacer algunas fotos en el estudio, no le convenció mucho. Como buen niño curioso y con mucha energía, estar en un espacio cerrado, con luces y flashes, no era lo que más le apetecía ese día. Y está bien. Porque cada niño es diferente, y cada sesión se adapta a su ritmo, no al revés.
Así que decidimos cambiar de plan, salir al exterior y dejar que las cosas fluyeran de forma más natural. Y ahí fue donde todo cambió. Gael se transformó: corriendo libre, riendo, jugando con su madre y con todo lo que encontraba a su paso. Y nosotros solo tuvimos que acompañarlo, observar y capturar esos instantes genuinos llenos de vida y ternura.
A veces lo más sencillo es lo más especial. Y esta sesión fue justo eso: real, espontánea y llena de momentos verdaderos. Gracias a su mamá por confiar y por acompañarlo con tanto amor.
Aquí os dejo un pedacito de esa tarde mágica 🌿📸
¡Espero que os guste tanto como a mí vivirla!
